BRILLANDO COMO UNA VERDADERA LUZ




¿Puedes imaginarte un mundo sin quejas ni contiendas?... Esto cambiaría radicalmente nuestras vidas. 

En Juan 13:35, Jesús dice: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.”

Francis Schaeffer, un evangelista estadounidense, dijo: “Jesucristo dio al mundo el derecho de juzgar la validez del cristianismo que una persona profesa, no por la doctrina que sigue, sino por el amor que da a los demás”. Nada de lo que hagamos o digamos tendrá validez o importancia ante Dios si no fluye del amor de Cristo en nuestros corazones. La prueba real de la obra de Dios en nuestras vida no se ve en la asistencia regular a la iglesia, sino en nuestra capacidad de ser los hijos, padres, esposos y esposas que Dios quiere que seamos, en amarnos los unos a los otros como Dios quiere que lo hagamos, en amar al prójimo como Dios quiere que lo amemos, y también como dijo Jesús, “amen a sus enemigos”. Esta será la genuina evidencia de la obra del Espíritu Santo en nosotros.


Aunque asi lo creamos, el amar a los demás no consiste solo en estar sentados en nuestras casas orando por ellos (aunque es bueno e importante hacerlo), pero la verdadera forma de amar a los demás es siendo compasivos con ellos, sirviéndoles, siendo misericordiosos. Amar a nuestros enemigos no es tan fácil para nosotros como se dice, pero debemos hacer un intento voluntario, en la fortaleza de Cristo, de extender una rama de amor y bondad hacia ellos, buscando ayudar a forjar un camino hacia la paz.


 Pablo nos dice: “Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.” (Romanos 5:5). Este es el amor que nace de Dios, y lo que él perfecciona en nosotros es la capacidad de relacionarnos con los demás para que actuemos en amor. Nuestra vida Cristiana es probada a menudo, no tanto por nuestra relación con Dios, sino también por la relación que tenemos con las personas que nos rodean; es decir, la manifestación del amor de Dios fluyendo desde nuestro corazón hacia los demás. 


Cuando es perfeccionado este amor de Dios en nuestras vidas y en nuestra relación con los demás, brillamos como verdaderas luces.


Pablo nos llama a ser “sin mancha en medio de una generación maligna y perversa” porque un hijo de Dios no puede tener manchas, ni pelusas, ni arrugas; nada semejante a lo que hay en el mundo puede formar parte de nuestras vidas si somos verdaderos hijos de Dios. De lo contrario ¿Cómo podremos alumbrar efectivamente en medio de las tinieblas? ¡No podremos! Porque una lámpara sucia y mugrienta no alumbra con eficacia.


“Resplandecéis como luminares en el mundo” en otras versiones de la Biblia se traduce “En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento”. Cuando Pablo viajaba por el Mar, las estrellas eran los únicos medios de navegación y de encontrar el camino de regreso a casa. Este es el significado de brillar como estrellas en el universo. En todas partes de la tierra, desde las grandes ciudades hasta las chozas más pequeñas, hay luces que brillan por Cristo, y esas luces somos nosotros los cristianos, quienes para los perdidos y solitarios somos la luz que los dirige a Cristo para que Él pueda llevarlos de regreso a casa.


Para reflexionar: ¿Estoy amando a las personas de manera genuina como Dios quiere que lo haga y estoy permitiendo que la luz de Cristo fluya a través de mí y les ilumine el camino de regreso al Padre?



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